Con toda la expresión de tristeza en mi rostro, y la angustia en esa parte del pecho que no se puede explicar, me senté sola en el patio, bien al fondo sobre el montículo de tierra.
El estaba a diez metros, y empezó a acercarse.
Se paro frente a mí y me pregunto que me pasaba. Le dije que me sentía mal. Que estaba triste. Le dije que si quería que se sentara. El se sienta a mi lado y me dice, es que me iba a sentar con vos igual. Me pregunta otra vez, que me pasaba y porque estaba mal. Le dije que tenía ganas de llorar, que estaba triste porque tenía muchos problemas. El me abrazo, me abrazo muy fuerte. Me dijo que si quería llorar, que llorara. Que a veces hace bien llorar. Que me iba a sentir mejor y que él se quedaba conmigo. Llore. Muy poco, porque no quería llorar, pero sí: llore. Me pidió que le contara lo que me pasaba. Me dijo que el quería escucharme. Pero es una larga historia le respondí. No importa quiero ayudarte. Me voy a quedar con vos me dijo.
Nos acostamos sobre la tierra, abrazados mientras caía una muy finita lluvia.
Y hablamos horas, tal vez menos, pero parecio eterno.
SIEMPRE ABRAZADOS, SIEMPRE.-
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
no conozco la historia como para decirte algo sobre la entrada...pero si te voy a decir que ayer casi mato a una rubia de ortodoncia mas de una vez.
Publicar un comentario